#SIN ESPERAR NADA


Sin Esperar Nada


La Felicidad es un estado de ser más que de hacer


A diferencia del mundo occidental, la mayoría de culturas y tradiciones orientales, el no esperar nada se presenta como un estado de ser más que de hacer. Un caso extremo para nosotros serian los sadhus (saa-dhu) o ascetas hindús o nepalíes, que pasan largas temporadas evadidos del mundo sin prácticamente moverse, comer o beber. Simplemente meditando en silencio para trascender sus vínculos terrenales y materiales que les lleven a un estado de pureza esencial. Llevan túnicas color azafrán en señal de bendición de la sangre fértil de Shiva, y se pintan la cara con colores y el tridente de Shiva. Las tres rayas de ceniza en sus frentes es un signo de la preparación frente a la muerte y representan las tres impurezas que tienen que limpiar, el maya (ilusión), el deseo y el egoísmo. 


Las tradiciones orientales nos llevan siglos de ventaja en lo que se refiere a la espiritualidad, y tenemos mucho que aprender de ellas. En el mundo occidental aún estamos envuelto en esa vorágine continua de que la acción produce el éxito o de que tenemos mucho que hacer mucho para que nos valoren o nos quieran. Está tan interiorizado ese hacer en todos los campos diarios que incluso el meditar se ha convertido en la mayoría de los casos en un camino enfocado más a buscar un resultado, al movimiento más que a la quietud, al devenir más que a ser. Una senda que a través del esfuerzo y disciplina conlleva de estar más calmo o más feliz, o en el peor de los casos, el premio de la iluminación. En definitiva, un medio para un fin.


Este concepto de la acción que nos han enseñado tan de de pequeños no debe ser un problema, al contrario, es una oportunidad para aprender de esos errores y adentrarnos en su sentido más profundo. Por ejemplo, en la filosofía taoísta llamada wu-wei, el no hacer nada significa no forzar las situaciones y adaptarnos completamente a ellas.


No esperar nada no significa necesariamente dejar de hacer lo que uno hace, ni siquiera dejar de meditar muchas horas al día, apartarse del mundo y volverse un ermitaño si es eso lo que uno siente en ese momento. Lo que ocurre es que a veces ese dejar de hacer se convierte en otro movimiento del hacer, basada en ideas supuestamente más sabias o espirituales o tal vez como respuesta a un sentimiento de decepción con el mundo. Al fin y al cabo, todo ello tiene que ver con el resultado de acciones dirigidas desde un interés personal. 


Según nuestras características individuales, puede darse una predisposición a estar en soledad, a un no-hacer, o tal vez seguir llevar un ritmo de vida más dinámico en el trabajo, las relaciones o la familia, los deberes o responsabilidades diarias. También puede darse una atracción hacia la espiritualidad o no darse en absoluto. El no esperar nada no tiene nada que ver con estas condiciones y circunstancias externas, en cómo se desarrolla particularmente en cada individuo. 


En cualquier caso, la vida parece convertirse en esperar una confirmación, esperar que algo pase a nuestro alrededor que nos haga felices, una nueva relación, que nos toque la lotería, una especie de reconocimiento en el trabajo o de las personas que nos rodean.


En un nivel interior, puede haber expectativas a que suceda algo adentro que cambie nuestra realidad exterior, de que avancemos espiritualmente cuando podamos dejar progresivamente atrás la parte material, pero todo esto sigue formando parte del campo del pensamiento. En realidad, existe una liberación increíble cuando nos damos cuenta que no existe tal cosa como avanzar o retroceder si no es desde la ilusión de los pensamientos. 


Las acciones cotidianas que llevamos a cabo durante el dia, cuando se transforman en algo sencillo, lejos de los artificios de la mente, cuando son fruto de una comprensión más profunda, en realidad no esperamos nada de ellas, debido a que no hay un interés propio en sacarles algún partido. Lo mismo sucede con las personas, no esperamos que cambien en favor de nuestra tranquilidad. Sabemos que nos es así como sucede. 


Es precisamente el esperar algo de las situaciones, personas, de la vida lo que nos trae ansiedad y sufrimiento. 


De todos modos, cuando tenemos una cierta comprensión que esto debe ser así, este buscar se puede sustituir por el esperar. En el esperar hay un principio de comprensión que la búsqueda de los objetos en el mundo no proporciona la felicidad, sino al contrario, perpetua el sufrimiento. Ya no se va en busca de las cosas a partir de esta comprensión básica más intelectual, de ahí que espero que las cosas vengan a mí o que el amor vendrá cuando este preparado en el futuro. Pero en esta nueva actitud hay una sutil forma de búsqueda. El nuevo objeto u objetivo puede llamarse silencio profundo, felicidad o tal vez algún nombre exótico o espiritual.


Todos buscamos la felicidad de una manera u otra, ya que es algo que forma parte de nuestra verdadera naturaleza. A veces, es difícil de creer debido a esa fijación en nuestro sufrimiento convertido también en el del mundo. 


La manera natural que buscamos la felicidad se asemeja a una gota de agua que parece haber perdido su pureza. Esas minúsculas moléculas que conforman esa gota de agua ha podido pasar por muchos estados. Desde que surge de la fuente se ha corrompido temporalmente hasta que llega al mar. Se ha podido mezclar tal vez con residuos y suciedad, ha podido ir a contracorriente, y en algún punto parece estancarse y perder toda esa fuerza, pureza y transparencia. 


No obstante, a la mínima posibilidad que tenga esa gota de agua volver a su naturaleza original, lo hará. De alguna manera se activará, porque tiene memoria y sabe reconocer su estado esencial donde nada ha cambiado, sigue conservando las mismas cualidades puras que la definen de fondo y que nunca puede llegar a perder. 


Nunca podemos perder lo que somos, sólo la creencias en los pensamientos nos impulsan a buscar la felicidad o el amor a través de la acción, en una única persona, en algo intangible, cuando en realidad más cerca de lo que podemos imaginar, esta aquí siempre con nosotros...


Somos pura felicidad.




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